HISTORIA DEL GALGO ESPAÑOL
El galgo español o el lebrel español, tiene su origen en España. Su nombre procede del latín gallĭcus canis, que significa perro de la Galia.
Estos perros son procedentes de una raza canina pura, es decir, han ido evolucionando por selección natural con el paso de los años y no de una mezcla o unión de razas de perro diferentes.
Esta especie lleva miles de años conviviendo con el ser humano, tanto de forma doméstica como en la naturaleza. A día de hoy podemos afirmar que los primeros que comenzaron a convivir con lebreles de manera más cercana fueron posiblemente pueblos nómadas de hace más de 10.000 años, en el paleolítico, ya que se han encontrado evidencias de que, en lugares como Turquía, la zona del Levante español e incluso el Sáhara ya se utilizaban perros de características muy similares a la de los galgos de hoy en día.
De hecho, las razas de lebreles como el Saluki se consideran como las más antiguas conocidas.
Sin embargo, no podemos afirmar con certeza cuales son exactamente los antepasados del galgo español, estos podrían tener sus orígenes en los perros del Egipto faraónico, de los que se han encontrado pinturas y estatuas de perros extremadamente parecidos a los galgos modernos. Estos perros eran tan importantes que fueron enterrados y momificados junto a sus amos.
También podrían tener su origen en el Vertades romano; del cual se han encontrado representados en los antiguos denarios romanos (la moneda de la época) perros que a primera vista hoy en día, consideraríamos galgos.
El primer registro escrito que se tiene de los galgos ibéricos lo encontramos en un tratado romano del siglo II ac, donde el cónsul Arriano de Nicomedia en uno de sus viajes a Hispania (la España actual), narra cómo estos perros se utilizaban para las cacerías de liebres y conejos; lo curioso es que las cacerías de hoy en día se diferencian poco o nada con las cacerías de entonces.
Los galgos tenían un papel principal en la caza, ya que eran los encargados de atrapar los conejos y liebres demasiado rápidas para los cazadores. Una vez atrapada su presa, volvían con su amo. Estos grandes perros eran, y son; increíbles corredores capaces de alcanzar los 70 kilómetros por hora, gracias a su composición física, su cuerpo ligero y estilizado, sus largas patas y un enorme pecho que lo dotaban de gran Aerodinamicidad y potencia, lo que los hacían ideales para su uso en la caza. Así lo relataba Martinez del Espinar en su libro El Arte de Ballestería y Montería.
Actualmente podríamos colocar al galgo español entre el top 10 de animales terrestres más rápidos del planeta, por detrás de las gacelas y los guepardos africanos.
Esta raza se mantuvo pura durante siglos, es decir; su composición genética no se alteró debido a mestizajes con otras razas. Hasta el siglo XX, en un intento de los humanos en conseguir galgos más rápidos y capaces.
A principios del siglo XX las carreras de galgo tuvieron su máximo apogeo en Inglaterra, donde se encontraban principalmente el lebrel inglés (una raza de galgo muy similar al español), que era el utilizado allí para las carreras en los grandes canódromos; donde la gente solía presenciar las carreras, hablar con los corredores de apuestas y finalmente, apostar al que pensaban era el galgo ganador. Estas carreras también tuvieron una gran popularidad en los países del resto de Europa, entre ellos España.
Fue entonces cuando ocurrió un mestizaje masivo entre las razas de lebrel inglés y el galgo español, con el fin de conseguir perros más rápidos para las carreras.
Esto hubiera acabado con la pureza del galgo español de no ser por la expansión de estos en la península, que consiguieron conservar y restaurar su pureza años después.
A día de hoy se siguen celebrando carreras de galgos, y las consecuentes apuestas sobre ellas (en Reino Unido, Irlanda, EEUU). Aunque cada vez están prohibidas en más países.
Su uso en cacerías sigue siendo la función más solicitada para estos animales, aun así, también podemos encontrarlos de manera doméstica en muchos hogares.
El Galgo Español en este Siglo XXI es apreciado cada vez más por su raza, y la España contemporánea es cada vez más consciente del valor de este impresionante animal.